martes, 29 de marzo de 2011

El rey lagarto a lo Stone

Las melodías que más me hacen meditar, soñar y hasta filosofar son las ambiguas letras que Jim Morrison cantó en su momento para enmarcar una época, una historia, una ideología.

Y no puedo dejar de compartirles algo que escribí sobre la versión cinematográfica desarrolló Oliver Stone, a mi juicio, de impactante calidad en la mayoría de sus aspectos.



Aquí van unas letras al respecto:

Huxley, Rimbaud, Blake y Nietzsche revelaron un mundo existencialista al joven norteamericano que después de culminar estudios cinematográficos en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) descubrió en la composición la mejor forma de generar eco.

The Doors ha fortalecido generaciones de pensamientos críticos frente a la sociedad, religión y política; se ha convertido en un ícono cultural.

Sin embargo en el planteamiento visual que el cineasta Oliver Stone reveló en 1991, Jim Morrison sólo muestra una faceta: el rockero excéntrico que recurría a las drogas para encontrar los ‘límites’.

La fuerza literaria e intelectual de Morrison no se percibe en ninguna escena, salvo en la caratula de la película que se cita una frase de William Blake. Es contradictorio ya que el único desarrollo es cuando Jim se encuentra con Ray Manzarek (interpretado por Kyle MacLachlan) y deciden iniciar con su carrera musical.

En este sentido, el argumento es bastante flojo que enfatiza la superficialidad de la vida del vocalista de The Doors y sus peores vivencias con el resto de integrantes.

Un innegable acierto de Stone (reconocido por su corte documentalista) es la elección del protagonista: Val Kilmer.

Su impresionante parecido físico y vocal envuelven a la audiencia durante los 135 minutos de proyección.

Asimismo, cada representación sonora es una muestra impecable de surrealismo que borra exitosamente el desbalance argumental.


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